viernes, 4 de diciembre de 2009

El jamón de york ha quitado mucha hambre

Introducción: el comienzo de esta entrada lo tenía olvidado en un rincón del blog llamado Borrador. Me ha hecho gracia encontrarla porque no la recordaba en absoluto y he decidido que sólamente por lo desangelada que resulta la palabra Borrador en letra cursiva, merece que la termine, así que, ahí voy....

Lo pensaba ayer. Recordando los recreos de mi infancia. Mi almuerzo de todos los días era un sandwich de jamón y queso. Lo comía encantada. Aunque con cierto recelo. El almuerzo de mi mejor amiga era un bollicao. Entre mordisco y mordisco al sandwich y conforme se me iba llenando la barriga con él (qué estómago más pequeño, por cierto...), ese sentimiento parecido a la envidia se iba esfumando. Yo hablaba con mi amiga pero a veces no podía evitar que los ojos se me fueran a ese bollo relleno de cacao. Bollicao. Un nombre muy apropiado. Alguna vez incluso, "¿me das un bocado?". Pero no, esas palabras no llegaban a salir de mi boca. Era y soy escrupulosa. Quizá ahora menos que entonces, pero compartir algo viscoso como la crema de cacao... no, por esas no pasaba, así que...

- ¿Podría llevarme un bollicao o algo parecido de almuerzo...?

- No.

- Es que Conchita (seudónimo de mi amiga) siempre almuerza bollicaos...

- Y, ¿qué? un sandwich es mejor, es más sano y está más rico.

Obviamente mi madre y yo disentíamos en criterios referidos a almuerzos "ricos" pero mi padre, desde su sillón y leyendo el periódico, podría haber zanjado la cuestión perfectamente así:

- Bah, eso son porquerías y además son muy caros.

Y a mi padre no se le replicaba.

Así que, mientras yo tropezaba con esas cosas duras que tiene el jamón de york, mi amiga sonreía al pasarse la lengua por los restos de chocolate de la cara.

Y ahora, en mi segunda infancia, sólo puedo decir a mis padres "gracias, gracias por no comprarme bollicaos ni atiborrarme de dulces. Aunque no me he librado de alguna que otra caries, no soy particularmente adicta al chocolate y he llegado a crecer hasta el metro 72 cm y eso seguro que se lo debo al jamón de york..."


Música para animar un día lluvioso:
Belle and Sebastian – I Could Be Dreaming - BBC Radio Session

Me he mordido la lengua y me ha dolido

Aunque entre semejantes nos lo estemos tomando a coña, yo me siento ofendida, aludida y casi, casi demonizada.

Ley de la propiedad intelectual, piratería, Ramoncín... no hace falta que dé muchos detalles. Ya se sabe de qué hablo. De poner barreras al campo.

Últimamente apenas descargo nada de internet. Ni películas, ni cedés ni nada. Pero antiguamente sí lo hacía y mucho. Era algo normal, natural diría yo. Cierto es que subyacía un ligero cargo de conciencia en mí, pero pequeñísimo, en realidad no sentía que estuviera haciendo nada malo.

No dejé de ir al cine porque pudiera descargar las películas desde mi casa. Veía aquellas que me interesaban. No dejé de comprar cedés porque puediera descargar música desde mi casa. Compraba aquellos que me gustaban. Gracias a internet he comprado cedés de música que probablemente no hubiera conocido nunca y he descartado comprar otros tantos que pudiendo haber comprado, finalmente no habrían merecido la pena.

Internet ofrece gratuidad, sí, pero sobre todo ofrece variedad e instantaneidad. Tienes la música aquí y ahora, tienes veinte cedés diferentes aquí y ahora para escuchar a lo largo del día. No sé cuántos cedés tengo en casa, algunos de ellos rayados, ya ni se pueden escuchar; otros perdidos y revueltos con sus cajas vacías, sin poder escucharlos. La música que tengo en casa, en su mayoría me aburre. La conozco demasiado. Al fin y al cabo, sólo una pequeña parte perdura para siempre, el resto se pierde con gustos de épocas pasadas. Mi ipod tiene más de 500 canciones y siempre está en modo aleatorio. Da igual por donde empiece ni por donde siga, de cada 20 canciones que suenan sólo escucho una. Me aburre la música de mi ipod.

Necesito música diferente todos los días y necesito rapidez, la necesito aquí y ahora. Y eso sólo me lo da internet. Hasta hace poco gracias a páginas de descarga directa podía descargar prácticamente cualquier cedé que quisiera en cualquier momento, por raro que fuera. Ahora ya ni eso. Ahora ya hay programas que me permiten escuchar la música sin descargarla, en streaming, en el directo de toda la vida. En casa, en el trabajo y dentro de poco en mi móvil, Spotify satisface cada uno de mis antojos musicales. Y es gratis.

Y es seguro que de aquí a no mucho ya no seguirá siendo gratis. Exigirán pagar 9'99 euros al mes. Y yo los pagaré. Quizá algunos se lleven las manos a la cabeza al sugerirles la idea de pagar ese dinero por un servicio y no por un ente físico pero yo lo pagaré encantada. No puedo permitirme comprar cien cedés de 20 euros cada uno cada mes. Ni cincuenta ni doscientos. Si pudiera lo haría, pero entonces S y yo tendríamos verdaderos problemas de espacio en casa.

La mentalidad ha cambiado. Cambió con el mp3. ¿De verdad la gente se deja dinero en el top manta? Los cedés son incómodos, ocupan espacio, se estropean y se pierden. Siempre hay alguno que merece la pena guardar y cuidar con mimo pero el ansia por variar y por probar cosas nuevas puede con las barreras físicas que supone el cedé.

Programas como Spotify demostrarán que
muchos estamos dispuestos a pagar por la música, que no buscamos robar música, que no es la sensación de gratuidad la que nos mueve a descargar contenidos de internet, sino que los productos que nos ofrecen en tiendas están desfasados, saben a poco y además son caros.

El tiempo lo dirá. Mientras tanto, seguiremos dejando que nos llamen ladrones.



Ahora mismo, gracias a Spotify, escuchando....


De mayor quiero ser...

domingo, 29 de noviembre de 2009

Mañana no podré bailar

Todos llevamos una madre o un padre dentro, aunque no lo seamos. También llevamos un médico dentro. A todos nos gusta especular y realizar las averiguaciones necesarias para saber qué le pasa a alguien cuando está enfermo. Además, gracias a internet, nos hemos ido formando y especializando y hemos ido más allá de la medicina general. Más aún, gracias a House podemos descartar sin mayor dificultad que alguien tenga lupus, ¿verdad?

Pues bien, cuando te toca ser el objeto de estudio, no es muy agradable que viertan continuamente sobre ti los extensos conocimientos médicos y las correspondientes prescripciones que te convienen sin dejar lugar a dudas. Llevo dos días, bueno, en realidad hoy es el tercero, con tos, dolor de cabeza (sin fiebre) y garganta reseca y dolorida. Nada grave pero aparte de la observación generalizada "¿No tendrás la gripe A?" y un exagerado gesto de mantener las distancias, parece que a la gente le gusta explayarse con estas cosas y "ayudarte" a estar bien.

Mi madre, la primera.

- ¿Tenéis limones en casa?

- Creo que no...

- Bueno, pues ve a comprar limones y así preparas agua con limón y azúcar para suavizar la garganta.

- No me apetece ir a comprar limones, mamá...

Ignorando completamente esto último.

- De todas formas, además de eso, tómate rápidamente un paracetamol.

- ¿No sería mejor un ibuprofeno?

- ¡No! ¡no! Yo también pensaba eso hasta que descubrí que es mejor el paracetamol.

Pienso en preguntarle que cómo lo descubrió pero mi tiempo de reacción es inferior al normal.

- Te habrás tomado la temperatura, ¿no?

- No, ¿para qué? No tengo fiebre...

- ¡Pues tómatela!

- Vaaaale - evidentemente no pienso tomármela. Primero, porque no sé dónde está el termómetro y segundo, porque sé que no tengo fiebre. - Bueno, madrecita, ya hablaremos, ¿Vale?

- Bien. Y abrígate, que siempre sales a la calle con poca ropa. Mira que te lo tengo dicho... - esto lo dice con cariño - Muchos besos.

Blablabla besos y abrazos y hasta mañana y esas cosas que se dicen al despedirte de tu madre por teléfono. Al menos agradezco que no me haya dicho que vaya al médico. Las ganas que tengo de ir al médico (normalmente son pocas) disminuyen exponencialmente en función de las veces que me dicen que vaya al médico. Así que, cuelgo y me tomo el paracetamol. Afortunadamente, tampoco me ha dicho que me quede en casa. Algo que resulta obvio pero yo tengo mi teoría al respecto basada en mi experiencia. En ocasiones anteriores, en las que tenía catarro o algo parecido, si salía de juerga, al día siguiente estaba bien o mejor. No es broma, lo digo en serio.

Así que, ayer quedé para "cenar y lo que surja" con unas amigas. Como ya decía, m
is síntomas desataron cierta alarma.

- ¿No tendrás la gripe A?

- No sé. No lo creo, de tener gripe, sería la gripe normal. No soy nada especial para las enfermedades.

- ¡Ay! ¡Qué dices! ¡Quita, quita! Sólo me falta pillar la gripe... - alejándose - ¿Tienes fiebre?

- No.

- ¿Seguro?

- Bueno... creo que no... no me he tomado la temperatura. Tócame la frente.

- Mejor no - riéndose - Y la garganta, ¿te duele sólo al tragar?

Repito, todos llevamos un médico dentro y esas son preguntas de médico.

- No, todo el rato. Pero, ¿qué más dará?

- Pues que entonces igual es faringitis. - dice otra - Tienes que beber muchos líquidos.

- ¿Has tomado leche con miel...?

Mierda. Pues odio la faringitis. Sus siete días de antibióticos. La tos, el carraspeo, el dolor de garganta, el ahogamiento nocturno. Sólo me queda una última opción para remontar la enfermedad. Salir esta noche. Los efectos curativos de la nocturnidad. Tomo un par de cervezas durante la cena y pregunto cuando los platos y los vasos están vacíos:

- ¿Adónde vamos?

Dos de mis amigas, a coro:

- Yo me voy a casa.

Así que, tras esas dos bajas, nos quedamos cuatro. El plan sigue en pie o eso parece porque conforme termino la tercera caña (en un bar en el que el criterio del pinchadiscos es equiparable a la reproducción aleatoria de un CD de kiss fm), mis otras tres amigas anuncian que se van.

Son las 12 y media y tardo cinco minutos en llegar a casa. La garganta me duele más que al principio de la noche y llevo encima un olor a tabaco proporcional a una noche entera de bares. Esto me deprime, así que, sintiéndome vieja y pequeña a la vez, cojo un yogur y enciendo la tele. El gato enseguida se duerme en mi regazo. Es curioso que a esas horas encuentre series interesantes en la tele y como no tengo sueño, decido esperar a que llegue S.

Alguna hora después (no diré la hora) sigo sin sueño y se abre la puerta de casa. Llega S y dándome un beso me pregunta:

- ¿Qué tal tu garganta?

- Bien, en su sitio...

Él no me dice que tome esto o haga lo otro. Él sólo me pregunta qué tal estoy y entonces pienso que quizá esa sea la mejor cura.


miércoles, 18 de noviembre de 2009

Descubrimiento del día

Siempre tengo un hueco (más o menos grande) para lo importante. Hoy he encontrado esto:


martes, 10 de noviembre de 2009

Para mi madrileño

no sé cómo titular esto

... atónita me encuentro (tanto que se me han cruzado los dedos tecleando y en lugar de atónita he escrito atóntita... curioso, ¿no?)... resulta que ayer me confirma un amigo de mi hermano mayor (¿cuándo dejaré de llamarle hermano-mayor, por cierto?) que mi susodicho hermano va a ir este sábado al concierto de Rammstein en Bilbao. Él y varios amigos.

...

Mi cara es un poema. Un soneto con sus dos tercetos y sus dos cuartetos (esto último si no lo recuerdo mal).

- ¿Mi hermano va a pagar por "ver" a Rammstein...? - como digo, estoy y miro al amigo de mi hermano perpleja y pienso para mí y después lo suelto - Así que mi hermano pequeño no bromeaba cuando me comentó algo parecido...

S que va conmigo y el propio amigo de mi hermano bromean. Es algo que, conociendo a mi hermano, cuesta creer. Mi hermano puede que lleve tres CDs en el coche (tirando por lo alto): Enya y Boney M entre ellos. Y la música que escucha en casa oscila entre canciones sueltas de Roxette, Mecano o J. S. Bach, por ejemplo. Gusto variado.

Así que, cuando el amigo de mi hermano, explayándose en el tema dice que el fin de semana pasado fueron a un concierto de Berri Txarrak, rezo para que haya una mujer de por medio...

- Sí, yo creo que tendremos que emborrachar a tu hermano en el coche de camino a Bilbao porque si no...


viernes, 6 de noviembre de 2009

Lalalalalaaaaa

Hoy, por cierto, como es viernes y eso es motivo de celebración y brincos (mentales), me apetecía escuchar una canción cañera, de esas que se pueden escuchar varias veces...


Así de ignorante soy

Por cuestiones puramente 'prejuiciosas' nunca había dado una oportunidad de más de 10 segundos a cualquier género de música portuguesa, es más, mis prejuicios van por el conocimiento de un único género musical portugués. El fado. El cual, pues como que no me ha llamado nunca la atención y, desde todo el cariño, me aburre. Demasiado lamento y demasiada tristeza. No me gusta la estética del sufrimiento impresa en el fado o en el flamenco o en el blues. Quizá me falte madurar y acumular dolor para comprenderlos pero... de momento no.

Así que, cuando ayer encontré este grupo portugués, Clã, me llevé una alegría por varias razones. La primera y más importante, como buscadora de tesoros musicales, es reconfortante encontrar una joya completamente desconocida por el camino de vez en cuando, si tienen un sonido cuidado y en cierto modo, de un gusto exquisito y además, la voz principal es femenina, entonces ya me tienen en el bolsillo y escuchando sin parar todas las canciones que el bueno de Spotify me permite. La segunda razón motivo de mi alegría fue desmitificar mi mito sobre la música portuguesa y pensar "Qué ignorante eres, hija mía". El resto de razones, son subrazones de la primera. Vamos, que estoy encantada.








martes, 3 de noviembre de 2009

Y tan diferentes...

Es que hay taaantas canciones que me gustan....

Esta al hilo de las estrellas del otro día...


¿Cuál es la mejor canción de la historia?

Deberían prohibir esa pregunta. No por parecer formar parte de una entrevista distendida y superflua de revista de domingo. No. Deberían prohibir preguntas así por la dificultad y las consecuencias inherentes a la repuesta emitida, sea cual sea. Si además, esta pregunta va precedida por otra determinante como "¿Cuál es tu grupo de música preferido?", entonces eres yo, aturdida por este tercer grado, en un festival de música, mirando a S y sopesando las opciones entre sucesivas emes pensativas.

- Venga, ¿cuál es el grupo de música que más te gusta?

- Mmmmmm... ¿de cuándo? ¿de los de ahora o de los de otra época?

- No sé. ¿Qué más da? El que más te guste.

Ya, muy fácil. Acabo de conocer a un tipo que, punto 1) Me somete a esta cuestión tan delicada de forma aparentemente casual aunque yo sepa que no es así y que en realidad me está poniendo a prueba y me va a meter en un saco (el de los que según él tienen buen gusto musical) o en otro (el de los que no tienen ni idea). Por un lado, punto 2) Ha venido al mismo festival que yo a escuchar los mismos grupos que yo, así que, puede que coincidamos en gustos, pero punto 2) Con esos pelos que lleva y las gafapasta que luce, puede que su regusto poperillo sea excesivo para mí, y aunque punto 3) haya salido algo escaldada en alguna ocasión por manifestar abiertamente mis obsesiones musicales...

- Mmmmm vaya preguntita... - me lanzo, pero sin arriesgar demasiado - me quedo con Radiohead pero tampoco le hago ascos a viejos grupos como la Velvet - esto último lo digo sin demasiado convencimiento, de relleno, para distraer la atención.

Su cara se ilumina.

- ¡Coincido! ¡Radiohead es el mejor grupo del mundo!

Me contengo y no muestro mi emoción más que con una sonrisa pero... ¡bien! Estamos en la fase inicial de reconocimiento, como los perros cuando se acercan y se olisquean manteniendo las distancias (menuda comparación...) y es esencial moverse en un terreno no hostil.

Aunque no todo queda ahí. S me mira, apunta y dispara:

- Y, entonces, ¿cuál dirías tú que es la mejor canción de la historia?

Una gota de sudor frío recorre mi espalda. ¿Por qué me ponen tan nerviosa estas cosas? Debería dar una respuesta rápida, estas cosas se saben y punto. No se piensan como las estoy pensando yo pero es que me cuesta decidirme. No debo mostrarme dubitativa pero sé que si elijo una canción, descarto miles y seguro que acabo arrepintiéndome. ¡Doooooong! Se me pasa el tiempo.

- Pues la mía, sin duda, es 'Creep' de Radiohead - zanja él, con esa mirada dirigida al infinito y esa expresión del que disfruta paladeando lo que acaba de decir.

Así que, ya está. Así de fácil. Yo me quedo con la palabra en la boca y con el pensamiento de niña de 3 años: "Pues no, que sepas que aunque no haya respondido nada a mí me gusta Radiohead más que a ti, ¡mucho más!".

No recuerdo qué contesté yo después pero probablemente fuera algo así como "Vale, Creep es muy buena, pero yo tampoco diría que es la mejor canción que tienen.....". Y lo más seguro es que él siguiera con esa mirada ausente y esa sonrisilla en la boca haicendo oídos sordos a mis palabras, "No, no, es la mejor con diferencia..." e imaginando a Thom Yorke cantando lo siguiente:


Radiohead - Creep

Hoy en día, si me volvieran a preguntar cuál es la mejor canción del mundo, seguiría sin saber qué decir. Poco hemos avanzado en estos años...

sábado, 31 de octubre de 2009

Triste

31 de Octubre de 2005

Voy conduciendo con una amiga sentada a mi lado. Son cerca de las siete de la tarde y el cielo está anaranjado, un naranja muy fuerte. Ha sido un día de sol, lo recuerdo y el atardecer es precioso. Cálido.

Reímos y hablamos. Sobre días pasados, sobre fines de semana próximos, sobre cosas qué hacer. Las de siempre, las que nos gustan. La radio suena de fondo. Y suena su móvil. Es una antigua compañera suya del instituto.

- ¡Ey! ¡Qué sorpresa! ¿Cómo estás?

Sonrío mientras giro el volante hacia la izquierda. Acabo de recoger a mi amiga y nos vamos a dar una vuelta.

- ¿Cómo...? ¡Qué? No, no... espera... Laura... ¿qué Laura?

Noto cómo su tono de voz se vuelve frío y la miro interrogante pero no me devuelve la mirada, así que sigo mirando al frente.

- No puede ser... no puede ser... ¿cuándo? ¡mierda! ¿dónde? - silencio - ¡estás segura?

Tiemblo. La música me parece ridícula y apago la radio. Cuelga el teléfono y tengo que frenar y aparcar donde sea. Laura ha muerto. Así, tan repentinamente que durante días no lloro. No estoy preparada para algo así, así que, sigo con mi vida como hasta entonces. Aunque siento una controversia en mi interior que va creciendo.

Pienso en ella. Hago esfuerzos por recordar todos nuestros momentos. Miro sus fotos. Me siento culpable por no asimilarlo como las demás. Por no derramar una lágrima cuando el resto no hace más que hablar sobre ella, lamentarse y llorar entrecortadamente. Yo me quedo callada y sólo veo su sonrisa.



Dos años antes de aquel 31 de octubre -

- Mmm, ¡qué bien hueles!

- Jaja lo sé... y sabía que te gustaría. Siempre llevo una muestra en el bolso, espera... - revuelve en el interior del mismo hasta mostrármela - Aquí está. Toma, ésta es tuya.

- Vaya, pues ¡gracias! ¿Quién sabe? Igual me lo acabo comprando.


Pero no, nunca podría llevar su olor. La memoria olfativa es demasiado evocadora, demasiado nítida. Así que, sigo guardando aquella muestra que me dio.

viernes, 30 de octubre de 2009

Hablaré sobre mí

Hoy voy a contar una pequeña curiosidad sobre mí. Sobre mi vida. Vale, sobre MI percepción sobre mi vida.

Nunca me ha resultado difícil encontrar paralelismos y extraer conclusiones peculiares a partir de acontecimientos vividos, es más, diría que tiendo a ello. Desde pequeñas cosas cotidianas hasta situaciones globales, como la que apunto a continuación.

Me refiero a la época de mi vida comprendida entre los 8 y 16 años, más o menos. Llegué a una conclusión un tanto ... extraña. Siempre he sido maniática pero por aquéllas lo era de una forma estrambótica. Por ejemplo, sentía una verdadera antipatía por todo número o cosa que fuera impar y al contrario, los números pares para mí tenían todas las connotaciones positivas posibles. Vamos, que me encantaban los pares mientras que los números impares me daban mal rollo. Ejemplificando, si tenía que hacer los deberes de mates y tocan divisiones, la última que resolviera debía dar un resultado par. Si daba impar, pasaba a la siguiente.

Así que, en estas estaba yo cuando me doy cuenta de algo para mí asombroso y que marca definitivamente mi aversión hacia los números no múltiplos de dos. Con 14 años o algo más, tomo conciencia de que los últimos cuatro años han sido años alternos de insomnio y no insomnio. Es decir, empezando por un año de absoluto insomnio, comienza el siguiente año y el insomnio desaparece. Termina este buen año y de nuevo vuelven los problemas de sueño. Y así, sucesivamente, año tras año. Y, ¡qué curioso! porque coincidía que los años en los que dormía mal eran siempre los impares. Y cuando hablo de dormir mal, hablo de no poder dormir hasta las 2 ó las 3, algo que para una niña pequeña no es agradable.

Con el paso del tiempo, en lugar de acentuarse el problema, éste desapareció. Probablemente fuera algo casual pero para mí tenía su razón de ser y en ella sigo.


Dando gracias a que nací el 28 del 4 (el año no lo digo, aunque las dos últimas cifras también son pares :) )

Me hace tilín

Al principio me produjo cierto rechazo ese vibrato... pero ahora no



jueves, 29 de octubre de 2009

Cosas que me gustan

Una de las cosas que más me ha gustado siempre ha sido mirar las estrellas. Buscar puntitos brillantes en el cielo que no parpadeen y pensar qué planeta puede ser, si es que no es un satélite. Localizar la estrella polar y muy cercana a ella, el carro de la osa mayor. Observar el cinturón de Orión con sus tres marías... y cuestionarme muchas cosas.

¿Por qué mirar al cielo nos inspira tanto?


La filosofía está escrita en este gran libro
continuamente expuesto ante nuestros ojos
- me refiero al universo -, pero no puede ser
entendida a menos que uno primero comprenda su
lenguaje e interprete los caracteres en los que está
escrito. Está escrita en el lenguaje de las matemáticas
y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras
geométricas, sin las cuales es humanamente imposible
entender una sola palabra de ella.

Galileo Galilei, Il Saggiatore (1623)



Ingenua reflexión

Situación. Bar de pinchos en Ponferrada. 10 de la noche aprox. Cuatro personas sentadas a una mesa; S, dos amigos suyos y yo. La alegría nos invade. Hay muchas cosas que contar y muchas, muchas risas que compartir. Brindamos. S y su amigo con vino, la otra chica con mosto y yo con cerveza. Me siento bien. Tanto que surge de mí una "confesión" que consideraría ridícula en condiciones normales. Alguien comenta que esa noche hay que cambiar de hora y que, cual quinceañeros, tenemos una hora más para salir. Ahí me lanzo:

- ¿Sabéis que pensaba cuando era pequeña cada vez que había que cambiar la hora?

Me miran expectantes.

- Nunca se lo preguntaba a mis padres ni a nadie, porque más que cuestionarme, para mí era una reflexión. Pensaba: "¿Cómo puede ser que siempre toque cambiar la hora en fin de semana?". Para mí suponía toda una coincidencia y una gran suerte que cambiásemos de hora los sábados. Me planteaba la fatalidad que supondría que el cambio de hora lo hicieran por ejemplo, un miércoles y hubiera que dormir una hora menos. Así que, simplemente pensaba en la suerte que teníamos.

Lógicamente les hizo mucha gracia y nos reímos un buen rato antes de pasar a otros temas.

Pero el caso es que me quedé pensando en cuándo dejé de pensar eso y llegué a comprender que el cambio de hora es simplemente un artificio nuestro para jugar con las horas de sol. Qué ingenua era sí, pero, ¿cuándo dejé de serlo?

jueves, 15 de octubre de 2009

Una vez leí...

Natural es el ruido,
humana es la música


Cosas que me gustan

Una de las cosas que más me gustan, aunque a algunos pueda horrorizarles la idea, es la rutina. Mejor dicho, las rutinas. Tener un orden para según que cosas. Pondré un ejemplo: mi rutina del despertar. Más o menos es como sigue. Suena la alarma del móvil y la pospongo. Vuelve a sonar a los 9 minutos y de nuevo, vuelvo a posponerla. Aquí no respeto el número de veces que puede sonar pero podría establecerse en cuatro o cinco ocasiones.

Suena la alarma --- 9 minutos --> alarma
--- 9 minutos --> alarma --- 9 minutos --> alarma final

Y me levanto. Por cierto, que la musiquita que suena con la alarma es la canción "I want you" de Bob Dylan y no, de momento no le he cogido paquete. Así que, me levanto y voy al baño. El gato me espera en la puerta y al salir, los dos vamos a la cocina. El café está listo porque S lo ha preparado un rato antes, así que, no tengo más que verterlo en la taza. Pero de la siguiente forma: tres medias cucharillas de azúcar (estoy dejándolo y por eso no son enteras), café hasta donde comienza el cuello de la cuchara y leche hasta casi llenar la taza. Después lleno un vaso de zumo (o de melocotón o de mandarina) hasta más o menos 3/4 del vaso y con ambos dos voy al salón. Antes de sentarme en el sofá, coloco bien recto el cojín contra el respaldo y encima suyo, coloco un cojín más pequeño que me ayude a sostener mi cabeza todavía somnolienta. Me siento en el sofá y enciendo la tele. Preferiblemente las noticias de antena 3, pero si son repetitivas, no le hago ascos a Shin Chan. Tengo media hora para desayunar, no puedo hacerlo en menos tiempo. Primero tomo el café, a sorbitos y cuando lo termino, me levanto a coger galletas o magdalenas o lo que haya. Vuelvo al sofá y después de tomarlas, bebo el zumo, también a sorbitos. Bebo muy despacio por precaución. De pequeña pensaba que podía írseme por el otro lado y se me podían encharcar los pulmones y morir. Ahora sé que esto no pasa pero una costumbre tan arraigada es difícil de eliminar.

Mientras desayuno, el gato se duerme en mi regazo y aunque esto sea bonito, a veces puede resultar un incordio. Más de una vez ha hecho que me volcara el café o el zumo encima o peor aún, en el sofá.

Al terminar de desayunar, enciendo el ordenador y pongo música. Voy a la cocina y friego lo que haya por fregar. Si no llueve, abro las ventanas de la cocina y del salón. Así aireo la casa y el gato se distrae asomándose por la ventana del salón y fantaseando con cazar palomas. Voy al baño. Me ducho, me peino, me doy crema hidratante, me visto y me seco el pelo. Todo en ese orden.

Cuando ya estoy presentable, preparo el bolso: guardo las gafas y el móvil, me cercioro de que llevo la cartera, pañuelos, la llave del coche y cacao labial. Me pongo las zapatillas, nunca zapatos. Vuelvo al baño y cojo el reloj y el único anillo que llevo, uno de coco (o puede que sea de roble) que me regaló S. Esas son mis únicas joyas.

Vuelvo a la cocina y me preparo medio sandwich. Si por ejemplo es de mortadela, la otra media loncha la parto en pedacitos y se los doy al gato. Y ronronea.

Guardo el sandwich en el bolso y me pongo la chaqueta. Llega el momento de irse, así que cojo las llaves, me miro en el espejo admirando mi belleza y me despido del gato que me ha acompañado hasta la puerta.

Cierro con llave y compruebo que la puerta está cerrada... ocho veces.

Ideas ridículas

Veo que te acercas con mala cara. Tardas en mirarme a los ojos y, por ende, yo también. Me mantengo a la expectativa mientras frunces el ceño. ¿Te quejas de la pinta que tienes con esas ojeras? Siempre tienes ojeras. "Ya, pero hoy más. Tengo que comprarme algún quitaojeras". Siempre dices lo mismo y sonríes al ser consciente de ello.

Te ahuecas el pelo pero no sirve de nada, así que te encoges de hombros mientras ves cómo cada mechón vuelve a su sitio. Te preguntas si tu pelo podría clasificarse como lo contrario de indomable y rememoras todos esos anuncios de champús y acondicionadores donde aparecen chicas con el pelo revuelto y con la perfecta cara de "¡y yo con estos pelos!". De nuevo frunces el ceño, cualquiera te dice nada.

Así que, después de retocarte el flequillo y soltar un resoplido, te observo mientras te alejas. "¡Después de todo no estás tan mal!" grito, pero no me oyes. Yo me alejo a la par que tú lo haces.

Y mañana será igual. Te observaré mientras tú observas tu reflejo en el espejo. Mientras me observas.

viernes, 9 de octubre de 2009

Soy un poco cabezona

Esta semana, no recuerdo qué día, estuvo el cantante Mika invitado en El Hormiguero (algún día puede que hable de lo detestable que me resulta Pablo Motos) presentando su nuevo CD. A mí este hombre (el cantante) nifú nifá, aparte de las terribles consecuencias que pueden sufrir los tímpanos y cócleas de los oyentes de su música. Precisamente yo no soy una de sus oyentes, estoy a salvo. Pero el caso es que a lo largo del programa, a ratos y de fondo, nos colocaban el single del susodicho álbum y yo ya me mosqueé desde el principio. Para exponer el tema central de mi mosqueo primero debo reconocer que... sí, de vez encuando escucho Kiss FM... ejem... y consideraciones sobre mi persona aparte... puedo decir que si de algo me ha servido escuchar a ratos sueltos esta emisora es para detectar plagios tan grandes como éste:





Porque vamos, la canción de esta tal Belinda la he escuchado unas cuantas veces y como que el estribillo es pegadizo y se te queda insertado en la memoria auditiva. Así que, no hace falta tener un buen oído para darse cuenta de que estas dos canciones... ¡son iguales! Y en ningún momento dijo Mika que la había copiado. Yo qué sé, existen las versiones de canciones. No pasa nada por presentar una más. No creo que vaya a vender menos por presentar una copia. Pero, ¡hay que reconocerlo, leches!


PD Así que, sí, mi querido S, yo tenía razón... jajajaja

martes, 6 de octubre de 2009

A mí me dio una pena terrible

"Ustedes saben que estoy muy cerca del final, tengo 89 años. Permítanme pedirles que consideren el honor que sería para nosotros organizar los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2016"

He decidido que...

voy a quitarle a S el CD "Emperor Tomato Ketchup" que yo misma le regalé hace tiempo y que creo que mucho caso no le hace... aunque creo que eso de quitarle algo a quien vive contigo, no tiene demasiado sentido... mierda


lunes, 5 de octubre de 2009

¿Hay alguien ahí?

Jamás se me ocurriría preguntar eso si, estando sola en casa, en una noche de lluvia, después de que repentinamente se hubiera ido la luz, oyera ruidos en casa.

domingo, 4 de octubre de 2009

El teorema del loro

Ése es el título del libro que estoy leyendo. Lleva el siguiente subtítulo: Novela para aprender matemáticas.

Ciertamente es una novela. Una novela no muy rica, literariamente hablando, pero al menos, el autor (Denis Guedj, matemático de profesión) lo intenta. Llevo leída la mitad, bueno, algo menos, pero como ya digo, quitando la parte en la que habla de las matemáticas, es decir, el fondo de la cuestión, el hilo argumental es bastante tostón. Resumiendo alegremente, el protagonista es un librero octogenario y parisino que tiene que resolver la muerte enigmática (me encanta esta palabra típica de sinopsis) de un amigo de la adolescencia a la vez que va contando la historia de las matemáticas a los hijos de la señorita que trabaja en su librería y todo con la ayuda de un loro parlanchín. Esto es lo curioso, que va asociando las matemáticas a su historia, su contexto y sus personajes y relata de forma anecdótica la colaboración de nombres tan familiares como Tales, Pitágoras o Euclides.

Por ejemplo, extraigo el fragmento siguiente, que me gustó leer:

"Al cabo de algunos días de viaje, sólo interrumpido por paradas en las ciudades y pueblos que bordean el Nilo, Tales la vio. ¡La pirámide de Keops! Se alzaba en medio de una amplia elevación del terreno, no muy lejos de la orilla del río. Las otras dos pirámides, la de Kefrén y Micerinos, estaban cerca y parecían pequeñas en comparación. Aunque ya se lo habían advertido los otros viajeros durante el trayecto, las dimensiones del monumento sobrepasaban todo lo que Tales podía imaginar. Bajó de la faluca. Anduvo hacia ella aminorando su velocidad a medida que se acercaba, como si la proximidad de la masa del monumento tuviera la propiedad de acortar sus pasos. Se sentó, agotado. Un campesino egipcio, un fellah de edad indefinida, se puso en cuclicllas a su lado.

- Extranjero, ¿sabes cuántos muertos ha costado esta pirámide que tanto admiras?
- Miles, sin duda - respondió Tales.
- Di mejor decenas de miles.
- ¡Decenas de miles!
- Centenares de miles es más aproximado. Posiblemente nos quedamos cortos - añadió el fellah - y ¿para qué tantos muertos? ¿para abrir un canal? ¿contener el río? ¿tender un puente? ¿construir una carretera? Rotundamente no. Esta pirámide la mandó hacer el faraón Keops con el único fin de obligar a los humanos a convencerse de su pequeñez. La construcción tenía que sobrepasar todos los límites para aplastarnos: cuanto más gigantesca fuera ella, más minúsculos seríamos nosotros. Consiguió su propósito. Me he fijado en ti cuando te acercabas y he visto dibujarse en tu cara los efectos de esta magnitud. El faraón y sus arquitectos quisieron obligarnos a admitir que, entre la pirámide y nosotros, no hay ninguna medida común.

[...] Cualesquiera que fueran los fines del faraón una cosa saltaba a la vista: la altura de la pirámide era imposible de calcular. Tales decidió aceptar el reto.

Cuando el sol apuntaba por el horizonte, Tales se levantó y observó su propia sombra proyectarse en dirección oeste; pensó que, cualquiera que sea el tamaño de un objeto, siempre existirá una iluminación que lo haga parecer grande. Durante un buen rato permaneció de pie, inmóvil, con los ojos fijos en la sombra que proyectaba su cuerpo en el suelo. La vio disminuir a medida que el sol se iba elevando en el cielo.

[...] El sol no hace distinción entre las cosas del mundo, y las trata a todas del mismo modo, aunque su nombre sea Helios en Grecia o Ra en Egipto. A ese modo de tratar a todos por igual, si atañe a los hombres, en Grecia se le llamará más tarde democracia.

Si el sol trata de modo semejante al hombre, minúsculo, y a la pirámide, gigantesca, se establece la posibilidad de medida común. Tales se aferró a esa idea: "La relación que yo establezco con mi sombra es la misma que la pirámide establece con la suya." De ahí dedujo: "En el mismo instante en que mi sombra sea igual que mi estatura, la sombra de la pirámide será igual a su altura." Hete aquí la solución que buscaba. No faltaba sino ponerla en práctica.

Al día siguiente, al alba, el fellah fue hacia el monumento y se sentó bajo su sombra inmensa. Tales dibujó en la arena un círculo con un radio igual que su propia estatura, se situó en el centro y se puso de pie bien derecho. Luego fijó los ojos en el borde extremo de su sombra.

Cuando la sombra tocó la circunferencia, es decir, cuando la longitud de la sombra fue igual a su estatura, dio un grito convenido. El fellah, atento, plantó un palo inmediatamente en el lugar donde estaba el extremo de la sombra de la pirámido. Tales corrió hacia el palo.

Sin intercambiar una sola palabra, con la ayuda de una cuerda bien tensa, midieron la distancia que separaba el palo de la base de la pirámide y supieron la altura de la pirámide.

Bajo sus pies, la arena se levantaba; el viento del sur estaba empezando a soplar. El jonio y el egipcio se dirigieron hacia la orilla del Nilo, donde acababa de atracar una faluca. El fellah permaneció sonriente en la orilla mientras la embarcación se alejaba por el río."

Luego se explica que Tales consiguió medir la altura de la pirámide en el momento en que la proyección en el suelo de los rayos del sol eran exactamente perpendiculares al lado de la base, lo que implica que la parte oculta era igual a la mitad del lado. Así, la altura de la pirámide era igual a la longitud de la sombra más la mitad de un lado. Más o menos, lo que intento describir con el dibujito que acabo de improvisar:
" La pirámide de Keops está en Gizeh, a 30º de latitud en el hemisferio norte. Para que la sombra sea igual que el objeto que la produce, los rayos tienen que tener una inclinación de 45º. En Gizeh, en verano y al mediodía, los rayos del sol son casi verticales y por lo tanto casi no habrá sombra durante todo un periodo del año. Y para que la sombra sea perpendicular a la base, ésta debe tener orientación norte-sur. En definitiva: sólo dos días al año se cumplen todas las condiciones mencionadas. Los astrónomos afirman que Tales únicamente pudo efectuar su medición el 21 de noviembre o el 20 de enero.

[...] Al no tener una unidad de medida, utilizó el tales, es decir, su propia estatura. Midió la sombra con la cuerda: medía 18 tales; luego midió el lado de la base, dividió por dos y le dio 67 tales. Sumó y anotó el resultado. La pirámide de Keops de mide 85 tales. El tales equivalía a 3,23 codos egipcios, es decir, 276,25 codos en total. Hoy sabemos que la altura de la pirámide es de 280 codos, o sea, 147 metros."

¿Es una historia bonita o no? Historias así, más o menos extensas, hay por todo el libro. El libro no trata de enseñarnos cuál es el teorema de Tales, aunque también lo hace, se trata de descubrirnos cómo se llegó a él. Si Tales no podía medir la altura de la pirámide, se las ingenió para calcular la vertical a partir de la horizontal.

No conocía esta historia pero espero que no se me olvide.

Me siento a escribir porque...

1) No me apetece leer
2) No me apetece ver la tele y, en caso de apetecerme,
3) No podría ver la tele porque S está jugando a la consola y de momento no hemos pensado en aumentar el núcleo familiar de televisores
4) No me apetece echar una siestecilla (esto es raro un domingo)
5) Es una buena opción cuando por fin tenemos internet en casa ¡bien!
6) No puedo ir a dar un paseo con la tripa llena

Peeeeero, hay un problema, me falta la inspiración. Como muchas cosas, un quiero y no puedo.


¡Música, inspírame!



No, creo que no me inspira nada. Aparte de contar brevemene el hecho curioso vivido hace unas dos horas, cuando tomando el café con mis padres, ha dicho mi madre de golpe (tan de golpe, que de la sorpresa y la risa podría habérseme ido por el otro lado el café, si es que hubiera estado pegando un sorbo en aquel momento): "Me han recomendado que vayamos a ver al cine la película "Malditos bastardos", ¿qué os parece?" Previo golpe disimulado a S en la pierna para que no soltara una de las suyas y, eso sí, con algo de sorna, les (a ella y a mi padre) he indicado con delicadeza que quizá no era la película más apropiada para ver, especialmente para mi madre. Mi madre, de naturaleza curiosa, se ha inquietado un poco y ha soltado un escueto "Ay y, ¿por qué?" y yo "Bueno, no sé, porque no te imagino viendo una película de Tarantino. Creo que vistéis "Kill Bill" y no te hizo mucha gracia. Son películas... cómo decirlo... violentas. Aunque claro, en ésta sale Brad Pitt, así que, igual te la han recomendado por eso." Mi padre, acertadamente y de forma irrefutable, ha zanjado la cuestión: "Bah, pero a Brad Pitt lo puedes ver todos los días en la tele". Así que, acabarán yendo a verla, seguro. Y, para rematar, antes que yo.

Y, aparte de eso, no se me ocurre qué contar, así que, hablaré sobre el libro que estoy leyendo. En la siguiente entrada mejor, que si no las entradas son muy largas y no quiero desanimar al lector. Hablo en el singular que quiere decir "muchos, muuuchos lectores", claro.

viernes, 2 de octubre de 2009

Música para amansar a las fierecillas



Mi padre es terco

Y yo también. ¿Genética? Ummm, puede ser... Él además es muy hermético, irritantemente callado en ocasiones pero los que le conocemos, sabemos interpretar perfectamente cada uno de sus silencios y cada una de sus miradas. A veces me parece que tiene ojillos de niño.

Hoy voy a contar una historia no muy lejana en el tiempo sobre mi padre y no seré breve, aviso.

Junio de 2008. Mi madre está preocupada porque mi padre se levanta todas las noches a dormir al sofá, dice que le cuesta respirar y que es por el calor. Comienzo a darle el coñazo a mi padre y le pregunto varias veces al día que qué tal está pero su respuesta es siempre la misma, "Bien, bien...". Sin embargo, cada día le veo más delgado y sus ojeras empiezan a parecer auténticas ojeras de oso panda. Hablo con mis hermanos y ellos me dicen más de lo mismo, no saben nada. Mi hermano pequeño bromea sin darle importancia: "El domingo pasado llegué a casa a las 7 de la mañana a casa y, ¡sabes qué susto me llevé cuando al entrar por la puerta me lo encuentro ahí sentado en el sofá?". Procuro que mi madre me mantenga informada sobre el tema y me comenta que pese a que le ha dicho varias veces a mi padre que vaya al médico o a urgencias o a lo que sea, él se encierra en que no hace falta, que ya mejorará.

Pasan los días y finalmente, un día van a urgencias. Tras numerosas pruebas, le diagnostican una cardiopatía diabética, tiene dos válculas del corazón, la mitral y la aórtica (las dos más importantes) hechas papilla y están a punto del colapso, así que, hace falta operar y sustituirlas por otras mecánicas.

Mi hermano mayor y yo, cada uno por su lado, buscamos información en internet. Queremos saber por qué le ha pasado esto, de qué va la intervención y .... ahí nos acojonamos (con perdón). Básicamente, trata de: 1) abrir 2) sacar el corazón 3) abrir el corazón 4) sacar las válvulas malas y colocar las nuevas 5) devolver el corazón a su sitio (esta es la parte más difícil) 6) cerrar y 7) esperar.

Todos estamos asustados. Yo empiezo a pensar que quizá mi padre pueda morir. Esto me pilla totalmente de imprevisto, nunca lo había pensado de forma tan súbita pero ahora hay verdaderas posibilidades de que ocurra. Pienso en los múltiples momentos futuros en los que no pueda estar y eso me deprime, desde que falte en Navidad, hasta que no conozca a sus nietos.

Va pasando el verano y el calor no ayuda a los nervios y a su estado. Mi padre, que mide 1'80 m más o menos y antes de todo aquello pesaba 70 y pico kg, se queda en 55 kg en apenas dos meses. Le veo caminar y es como una clase de anatomía; la clavícula ... las costillas de una en una ... y, ¿ese hueso de ahí? Debajo de sus vaqueros parece no haber piernas, son como unos pantalones colgados de una percha. De vez en cuando, buscando la broma y su risa, le recuerdo: "Papá, me acompleja mucho que peses menos que yo" y lógicamente, a él le hace gracia. Pero es momentáneo.

Hablar, no hablamos del tema, al menos no delante de él. Él es el primero que no habla de lo que tiene y no hay forma de establecer una conversación de más de 5 segundos sobre ello.

En agosto le operan, es curioso pero no recuerdo el día, diría que fue el 6 de agosto pero no estoy segura. El día de antes de la operación estoy sentada en su cama del hospital, junto a él, como todas los ratos que paso con él, y necesito preguntárselo: "¿Tienes miedo?" "¿Miedo a qué? No va a pasarme nada, estas operaciones las hacen los médicos todos los días y yo no voy a ser especial..." Sonrío pero tengo ganas de llorar. Mi madre nos mira con los ojos llorosos, brillantes. Me reprimo y seguimos leyendo el periódico y comentando trivialidades. Sé que tiene miedo aunque diga que no. Me fijo en que no ha leído nada del libro que le llevé una semana antes, cuando le ingresaron. Está tan mal que no puede leer y eso es un síntoma de que tiene miedo.

La operación es larga. Yo sí puedo leer y lo hago, leo. Necesito hacer algo para no pensar mirando al suelo. Así que leo hasta que me duele el cuello. Mi madre tiene una sonrisa nerviosa en la cara que no puede borrar. Se levanta cada vez que pasa un médico. Los nervios.

Cuando nos llama el cirujano y entramos en una sala diminuta para contarnos cómo ha ido todo yo tengo que quedarme de pie. Sólo hay dos sillas y estamos cinco: mi madre, mis dos hermanos, S y yo. Siento que me mareo y no sé qué hacer con el libro, me pesa. Pero todo ha ido bien. Bueno, no del todo, temen por sus riñones, ha habido alguna complicación que yo no llego a entender pero eso es cuestión de tiempo, de que el corazón se recupere. La operación ha ido bien.

Necesito ver a mi padre. Llegamos a la UCI y podemos verle a través de un cristal. Es entonces cuando me derrumbo, cuando veo el perfil de esa nariz que dice S también es mía y cuando sin girar la cabeza, nos mira de reojo. Lloro y río a la vez. No puedo parar de llorar. Golpeamos en el cristal para que sepa que estamos allí y quizá entreveo una ligera mueca que pueda ser una sonrisa.

Por la tarde, por fin podemos entrar y estar con él. Se ha recuperado de la anestesia y debido a la emoción, mi padre no puede dejar de hablar. Estamos sorprendidos y a la vez preocupados de que hable tanto. Nos pregunta cuánto tiempo han tenido su corazón fuera del cuerpo. Algo más de dos horas. "¿Sólo? Bueno, la verdad es que no está mal..." Necesita contarnos su no-recuerdo de la operación. Sus sensaciones al ir despertando. Pero no le dejamos, mi madre y yo no paramos de besarle y acariciarle por entre los tubos. Ése es uno de los mejores momentos de mi vida.

A partir de ahí, no voy a entrar en detalles en los 7 días que estuvo en la UCI, cuando deberían haber sido 3 y la angustia de aquellos días y de la recuperación. Simplemente me remontaré a una anécdota posterior.

Bastante tiempo después de la operación vuelvo a preguntarle a mi padre: "Papá, ¿de verdad que no tenías miedo?" Le pilla descolocado la pregunta: "¿Cuándo?" "Antes de la operación". Me mira y me dice lo siguiente:

"No sé si te fijaste pero desde la ventana de la habitación del hospital se veían las chimeneas de nuestra casa. Pasaba largos ratos mirándolas y lo único que pensaba al verlas era: '¿volveré de nuevo a casa...?"

Con eso lo dijo todo.

Una semana sin escribir... ¡seré vaga!


Ay cabecica reducida.....

viernes, 25 de septiembre de 2009

Cambios de humor

Como todos los días que escribo, aprovecho ratos sueltos para, pedacito a pedacito, escribir a lo largo de la mañana una entrada para el blog. Pero hoy, a mitad de camino, se me ha escapado el hilo. No sé, ahora vuelvo a ella y me ha cambiado el ánimo como para seguir, vamos, que estoy tontorrona y algo tristona. Es viernes y ya enseguida a casita a descansar todo el finde, lo sé, pero se me ha ido el fuelle y no puedo terminarla. No estoy mal por mí, estoy mal porque soy pésima animando por teléfono a quien no está bien y me desinflo intentándolo. No siempre, pero a veces me pasa.

Así que, como me da rabia no escribir nada teniéndolo así pensado y más rabia me da colgar una entrada inconclusa, dejo una canción para ver si "nos" animamos...


(Cuyo videoclip, por supuesto no puede ser insertado por temas de copyrights Radiohead - High and Dry)




PD Alucino con que en wikipedia encuentre un artículo de la canción en cuestión...

lunes, 21 de septiembre de 2009

Amelie está sobrevalorada

Algunas bandas sonoras de ciertas películas me han marcado en cierta forma, es decir, han despertado una inquietud en mí por buscarlas, conocerlas, destriparlas y saborearlas (cualquiera diría que hablo de música). A veces, incluso, han dejado más huella en mí que las propias películas.

Y, ¿por qué digo que Amelie (no sé dónde va la tile, Amélie, Amèlie, etc) está sobrevalorada? Porque hace tiempo lo pensaba. Y lo sigo pensando, pero con menor intensidad. Fue un bombazo de película en su momento y la verdad es que motivos había para serlo pero la gente se pasó con ella. Debe reconocerse el mérito de la originalidad, de la fantasía y de la magia de cualquier escena de la película, más aún, de la personalidad de la protagonista. Pero una vez pasado ese momento de exhalación contenida tras ver la película y reflexionando sobre ella, Amelie no deja de ser una chica con un interior enrevesado y surrealista y en general, una pirada que tras una fachada de niña ingenua, inocente y adorable acaba acostándose con su enamorado sin previo cruce de palabras, es decir, con un desconocido en toda regla. Este detalle puede pasar desapercibido la primera vez que ves la peli, pero la segunda vez ya no, la segunda canta bastante y se queda a un tris de desmontar la patraña del carisma dulce y angelical de Amelie gracias al cual te has pasado dos horas suspirando y soltando risitas y comentarios idiotas del tipo "qué mona...", "qué graciosa y qué buena es..." Porque digo yo que es por eso por lo que proliferan los pósters del cartel de la película en numerosas habitaciones y bolsos con la cara de Amelie colgados a la espalda de un sinfín de niñas y no tan niñas. La siguiente cara (normalmente sin la cucharilla):


Opiniones sobre la película aparte. Lo que verdaderamente merece elogios infinitos de la misma es la banda sonora. De hecho, creo que gran parte del magnetismo y del ambiente fantástico logrado se deben a la musiquilla de fondo que se oye en prácticamente toda la cinta. Es una banda sonora genial, irrepetible y única. Así como hay bandas sonoras que no podrían existir sin su película, en este caso ocurre al revés, no podría haber película Amelie sin su banda sonora. Para mi gusto es de las mejores para rescatar de vez en cuando.

Y, como ella, hay más aunque de otros géneros y con otras luces y sombras. Sin extenderme demasiado, creo que las tres bandas sonoras a las que más rápido se puede acceder en mi memoria son:

1) Braveheart: gran película y gran banda sonora. Qué más decir de una película que me hizo llorar cuando yo no lloraba

2) El bosque: película ferozmente criticada por mis compañeras de butaca aquella noche de cine en la que yo vi una película diferente, que me indujo a reflexionar, con un final estilo el del Sexto Sentido (lógico siendo del mismo director) e injustamente valorada. Banda sonora sobrecogedora.

3) 28 días después: película del género de zombies que corren (más que andan) muy rápido que sorprendentemente me gustó. Una banda sonora que despertó una inquietud en mí que todavía no se ha ido y que cada vez que la escucho, vienen a mí los planos abiertos de paisajes desiertos y desoladores. Genial también.

viernes, 18 de septiembre de 2009

You told me again you preferred handsome men...

...but for me you would make an exception




(Qué simpática la chica...)

lunes, 14 de septiembre de 2009

Historias de la cripta ii

A veces, especialmente cuando se es pequeño, uno hereda los gustos de su hermano mayor aunque no quiera. Pues bien, en mi caso, mi hermano mayor era un acérrimo de las pelis de miedo, en concreto, de cualquier película de miedo; de las buenas, de las malas, de las sangrientas, de las psicológicas, de las de vampiros, de las de zombies que andan muy despacio y de las de zombies que andan muy rápido, de las de plagas de animales especialmente crueles con las personas, de las de asesinos de adolescentes, de las de personajes fantásticos... de todas. Así que, gracias a él (o por su culpa) yo también acabé siendo aficionada a las películas de miedo.

Todos los sábados veíamos Alucine. Puede que, alguien como yo, se emocione al recordar Alucine. No nos lo perdíamos nunca, es más, recuerdo una ocasión que fuimos de vacaciones a un pueblecito llamado Torla, en el valle de Ordesa y que, en lugar de preferir dar una vuelta con nuestros padres después de cenar, subimos pitando a la habitación para ver el programa. Da igual que la película fuera repetida, la volvíamos a ver. Por aquéllas todavía no existían los videoclubs, así que teníamos que conformarnos con el criterio aleatorio de los jefes de la tele y la verdad es que no nos quejábamos.

La primera película de terror que recuerdo haber visto fue Carrie, una adaptación al cine del libro homónimo de Stephen King. Calculo tener por entonces unos nueve años y aunque lo pasé realmente mal viéndola, confiaba en que no tendría problemas para dormir. Ingenua de mí. Dormir sí, me quedé dormida pero me desperté sobresaltada por el sueño que tuve: una mano tratando de salir de la tierra y una lápida al fondo. Al final tuve que dormir con mi madre. Y, desde entonces, esa fue la primera y única vez que no pude dormir sola. Lo que no recuerdo es dónde durmió mi padre... :)

Más bueno que el pan

El que es bueno es bueno y no hay más que hablar :)



viernes, 11 de septiembre de 2009

Algo tenemos los dos...

Tu comentario ha hecho (sin quererlo, claro) que me repruebe a mí misma de nuevo por no haber hablado todavía de ellos aquí.

Como apenas tengo tiempo, simplemente diré que ellos crean la música que más me gusta y que sé que más te gusta a ti, S.



Por si no lo sabías, te quiero a rabiar


Un regalo

La modalidad literaria de los relatos cortos siempre me ha gustado. A mi parecer, es más complejo escribir un relato corto; darle la forma y la precisión exactas para de forma breve contar una historia con fuerza, que escribir una novela. El relato corto de alguna forma u otra debe impactar, ya sea por el estilo de narración, por la historia que cuente, por el final de la misma... debe ser fascinante. No concibo la existencia de relatos cortos y tostones. A lo mejor yo he tenido suerte y no he tropezado con uno de ellos, pero hasta ahora, todos los que he leído tenían su razón de ser.

Aquí dejo el enlace a uno de ellos. Uno cuyo título no he olvidado y esto no es tarea fácil precisamente. Un relato corto generalmente viene incluido en un libro recopilatorio de relatos cortos y un libro tras otro, son muchas historias y muchos títulos. De hecho, ahora mismo, intentando hacer memoria de algún relato más aparte de éste, se me ocurren un par más. Éste lo leí en un libro recopilatorio de relatos ganadores de los premios Hugo de distintas ediciones y seleccionados por Isaac Asimov. Es de ciencia ficción pero sin incluir marcianitos o robots conviviendo con humanos. Creo que merece la pena leerlo. Es un regalo que hago.

Flores para Algernon - Daniel Keyes

Debilidades humanas

Mi suegro suele enviar mails cadena que en su gran mayoría son divertidos o críticos o interesantes o ambas tres. Hace poco envió uno que incluía la siguiente frase que me gustaría perdurara en el blog. Ejem, ejem, ahí va:

'En el mundo actual, se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y silicona para mujeres, que en la cura del Alzheimer. De aquí a algunos años, tendremos viejas de senos grandes y viejos con pene duro, pero ninguno de ellos se acordará para qué sirven'

Esta frase tan profética es del premio Nobel de Literatura del año pasado, Jean-Marie Gustave Le Clézio

jueves, 10 de septiembre de 2009

Habrá que buscar concierto de este hombre por aquí cerca...

He indagado un poquitito más en la música de Andrew Bird y pinta muy bien:



Y esta otra canción te la dedico a ti, flaco. Aparte de porque es bonita, porque en los primeros versos, al cantar me recuerda a tu querido Jota (aunque afinado, todo sea dicho). Luego ya no se parece en nada, es momentáneo.



Un besito

Ayer fue 9 del 9 del 9 y ¡no comenté nada!

A mí el hip hop nunca me ha gustado. Es un género musical en el cual no tengo cabida y, ¡qué le voy a hacer! La verdad es que nunca me ha hecho feliz y esto es así por dos motivos básicos: el primero, el número medio de tacos por canción es innecesariamente elevado y el segundo, la mayoría de las letras de canciones hiphoperas que he escuchado transmiten una negatividad exagerada a través de lindezas que vienen a decir básicamente que "la vida es una mierda".

Por eso, cuando cierto día, S y yo íbamos en el coche escuchando Radio 3 y enchufaron la siguiente canción:



Me quedé perpleja. El ritmillo era de hip hop, ¿no? Y, entonces, ¿por qué me gustaba? Pues en efreto, porque es una canción muy feliz y porque cada poco sonríes por pequeñas cosas sencillas y tan cotidianas como estas:

"... domingo la bici, domingo el reposo, del viento la brisa, tu cara, tu sonrisa, despierto tras la siesta, tenderé la ropa.

La ropa se seca, regaré las plantas, cortaré las hojas o las dejaré largas.

Legañas en los ojos, lentejas en remojo, me miras el trasero, mmm, y lo meneo.

Julio en la onda, cinco de la tarde, leche con galletas, yo dentro del pijama, empieza la jornada,

... bajo la manta, mi niña acurrucada, el sofá es como una balsa, el salón en la penumbra,alquilamos una peli y acabamos en la cama.

... hecho lo hecho y dicho lo dicho, prepararé la cena, porque estaba escrito, porque estaba escrito, porque estaba escrito, verdurita buena..."



Compramos el CD. Y aunque esté perdido en alguna de nuestras estanterías, sé que cualquier día me dará por buscarlo y volverlo a escuchar. Gracias a ellos ahora ya no puedo afirmar tan categóricamente que no me gusta el hip hop.



miércoles, 9 de septiembre de 2009

Historias de la cripta

A mi madre a veces le da por decirme: "¿Te parece que algún día de estos vayamos a comprarte algo?" Hace tiempo que aprendió que raramente tiene buen resultado ser espontánea en los regalos conmigo (igual que lo aprendí yo con ella) y por ello, preferimos ir juntas de compras, en plan matrimonio. Realmente no necesito que mi madre me compre nada pero sé que le hace ilusión mantener ese hábito y por qué no decirlo, a mí también.

Recuerdo una de esas ocasiones. Se acercaba el día de mi diplomatura y mi madre se empeñó en comprarme un reloj, como ella calificó, "elegante, para que tengas un reloj serio y bonito que poner". En un principio me dio bastante pereza, primero porque los relojes no me han resultado nunca especialmente interesantes y segundo porque conociendo los gustos de mi madre y los míos sabía que el reloj en cuestión acabaría en un cajón y, mi madre, despierta como es, tendería a preguntarme de vez en cuando "Y el reloj que te compramos, ¿ya te lo pones?" Que es el problema que tiene ponértelo un día e ir corriendo para que te lo vea puesto y luego ya no te lo pongas más.

Pues bien, quedamos un sábado por la mañana y cuando fui a buscarla vi que también se había apuntado mi padre, lo cual fue una alegría porque para estas cosas siempre se pone de mi parte. Fuimos a la joyería que quiso mi madre, joyería cuyos dependientes son conocidos suyos. Mi madre tiene la habilidad de establecer relaciones con todos los comerciantes de los alrededores, ya sea el joyero, el panadero, el farmaceútico o el carnicero. Así que, punto para ella, porque la dependienta en cuestión le iba a decir que sí a todo, lógicamente. Comenzó a sacar relojes "elegantes pero juveniles". Ahí no entendí el pero.

Para todo lo relacionado con comprar soy muy impulsiva y de ideas fijas y por eso, me gustó a primera vista un reloj metálico con la esfeta morada pero como era de esperar acabé comprándome uno parecido pero en naranja, que era el que le gustó a mi madre. Afortunadamente en este caso nuestros gustos no fueron tan divergentes, al menos, no hasta que vi la colección de relojes Flik Flak y, claro, quise añadir al reloj regalo de graduación, otro reloj más. Mi madre dijo que por ahí no pasaba, que esos relojes eran "relojes de niños". Algo que yo ya sabía pero que me daba igual. Siempre he sentido especial debilidad por los relojes Flik Flak y hacía años que no tenía uno, así que, dije lo que acostumbro a decir cuando mi madre no accede a comprarme algo en situaciones así: "Vale, pues lo compro yo, que seguro que no es muy caro". Algo que nunca acaba pasando porque puestos a ello prefiere comprarlo ella. Por otro lado, mi padre: mutis por el foro, justo el apoyo que necesitaba.

Así que, cuando mi madre ya se resignó a comprarlo y yo me encontraba en plena faena de elegir uno, me dice el dependiente (hijo de la dependienta): "¿Lo quieres para un niño o para una niña?" pregunta obvia cuando no sabes para quién es. Le respondo sonriendo: "Es para mí, así que, preferiblemente para niña, gracias". He visto caras graciosas y esta fue una de las que mejor recuerdo, cara de descolocado de: "madre mía, qué hago, me río... no me río..." Alguna bromilla me soltó que no recuerdo pero tampoco viene al caso. Finalmente escogí un Flik Flak azul turquesa con una sirena en la correa (ver modelo abajo) y tan contenta me fui con él puesto. No iba a ponerme el otro reloj, ése tenía que reservarlo para el día de la diplomatura. Al menos, con ese pretexto fuimos de compras, así que...

Rareza

Querido S, ¡gracias por el vídeo!



Por un lado, ya tenemos un nuevo dios al que adorar, por otro, estoy segura de que este niño tiene TOC como yo, si no, no me lo explico :) Ah y por el otro, vaya temazo, no es la canción de Tool pero ousi es ousi.

Besos

martes, 8 de septiembre de 2009

Anotación

Si la única herramienta con la que cuentas es un martillo, tiendes a tratar todo como si fuera un clavo.

Más música para desengrasar



Un vídeo muy curioso, por cierto

lunes, 7 de septiembre de 2009

Música para desengrasar

La memoria

No sé si lo he comentado anteriormente pero creo que las memorias auditiva y olfativa son las más fuertes y sugerentes de todas las que tenemos. Puede que utilice un champú y automáticamente recuerde el verano de hace cinco años en mi pueblo cuando lo utilizaba o que escuche una canción y recuerde una tesitura o un contexto específico, por ejemplo, estar tumbada en la hierba escuchando la misma canción.

El caso es que hay un CD, Grandaddy - The software slump, que además de ser de mis favoritos, como ocurre con todos mis CDs favoritos, me da por escucharlo a temporadas. Lo desgasto durante días o semanas y lo vuelvo a guardar para volver a él al tiempo.

Este CD es particularmente especial por algo más. Una de esas rachas coincidió con la época en la que todavía no tenía carné de conducir e iba a clase en la universidad en villavesa (autobús para el que no se empape). Creo que era otoño y ocurrió un suceso de esos que desmonta una ciudad pequeña como Pamplona. Cerca de mi casa, un chico asesinó a una chica joven con una escopeta o rifle cuando ésta iba a coger el coche para ir a trabajar. Después de matarla el chico se suicidó.

La conmoción no quedó ahí para mí. Lo más impactante de todo fue que la joven en cuestión (tendría por aquellas 23-24 años) era la hermana de un compañero mío de clase. Un compañero con el que nunca había cruzado palabra y con el que por designios naturales de los estudios universitarios apenas coincidía en clase. Pensé en acercarme a él, no tanto para consolarle sino para darle cierto calor en un momento así. Y no pude. Quizá fue mejor así. Quizá evité una situación incómoda y algo violenta. O quizá no. Lo curioso es que no me sentí mal por ello, por no haber estado ahí, creo que era un papel que no me correspondía. Él tenía a su familia y a sus amigos y supongo que yo en su lugar tal vez no habría necesitado más. O simplemente lo podría llamar cobardía.

Después de todo aquello, no podía pensar en otra cosa. Por lo visto, el asesino y la joven eran amigos. Él estaba enamorado de ella pero ella no lo estaba de él e inexplicablemente, una cosa había llevado a la otra. Era inexplicable y además daba mucho miedo. Está claro que por cuestión de probabilidades una no debe preocuparse, ni por que te ataquen ni por acabar siendo una psicópata. Pero así es el miedo. Y durante los días en los que se siguió hablando de ello y tiempo después yo escuché aquel CD, un CD que curiosamente no desentonaba, no era un CD especialmente alegre. Y ahora, cada vez que lo escucho, lo quiera o no, recuerdo un tramo concreto del trayecto de mi casa a la universidad en autobús, un tramo en el que, parada en un semáforo, daba vueltas a la historia una y otra vez....


viernes, 4 de septiembre de 2009

¡Sacrilegio!

Estoy cabreada. Muy cabreada. ¡Por qué demonios para el trailer de una película cutre-pastelosa-de tres al cuarto apta para cabezas eminentemente huecas tenían que poner de fondo mi canción (The cure - friday i'm in love)? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? No tengo ni idea de cómo se titula la película pero me ha bastado ver el tándem Aniston-pija-carapatata-Scarlett-lascivayguarrona para intuir las orejas del lobo. Afortunada o desafortunadamente también sale (inexplicablemente) una de mis actrices-fetiche-deunasolapelícula, Jennifer Connelly (como diría S, "Hay que pagar facturas") pero... ¡no puede ser!

Ya no es sólo que prostituyan mi canción para fines que obviamente la desmerecen sino que además (y esto es lo que más me fastidia) la pongan al alcance de ¡cualquiera! Que cualquiera con gustos musicales chabacanos pueda hacerla suya, ¡dios! ¡Noooooooooooooooo!

Cosas que me gustan

Si resulta que tu padre es artista (palabra ambigua donde las haya), en concreto, ha sacado varios discos y actuado en más de una película, alcanzando cierto renombre en sus tiempos y además tu madre siempre ha estado empeñada en afinar y encajar una voz no destinada al canto en algún rinconcito de la música ... es lógico concluir que no te quedaba más remedio que dedicarte al mundillo de la música y que coincidencias de la vida, lo mismo le debía ocurrir a tu hermana. Este fue el caso de Rufus Wainwright. A veces no sabes cómo tropiezas con la música que te gusta y otras sí. A mí me regalaron un CD de Rufus y simple y llanamente, así empezó todo. Tiempo después lo vi actuar en un festival de música. Recuerdo que durante su concierto estuve sentada en el suelo por un motivo justificado: el cansancio. Gracias a Dios o a alguien, versionó la canción "Hallelujah" de Leonard Cohen. Y en esta tesitura, apareció una chica que resultó ser su hermana y además cantante y que le acompañó en la canción. No estoy segura de si lloré o no pero desde luego me emocionó.



A partir de ahí, indagué en la obra musical de esta muchacha y, sin ser suyas, las interpretaciones de varias canciones le honraron y ya no olvido su nombre: Martha Wainwright. No tiene una voz desgarradora ni limpia pero precisamente eso hace que su voz no pueda considerarse como "voz enlatada". Es una voz real y sabe cantar, más aún, siempre hace que me entren ganas de cantar a mí. No es que eso sea difícil pero en este caso, el acople de voces no queda mal (para mi gusto je je).



Martha Wainwright - The traitor (Leonard Cohen)

Después de ese festival, volví a ver a Rufus (esta vez solo) en un concierto en Donosti, en el Kursaal y entre vaharadas de perfume de pachuli de señoras finolis que realmente no sé qué pintaban allí y las rigideces del público inmutable en general, tuve que contenerme para no levantarme entre canción y canción y desgañitarme la garganta alabando al artista (algo ambiguo por otro lado, emulando a Judy Garland con tacones, pendientes y labios pintarrajeados de rojo en cierto momento o mutando en el más puro Elvis con mono blanco ceñido, pecho al aire y lentejuelas). Esta vez no cantó Hallelujah ni apareció su hermana pero sí soltó por un momento el micrófono y cantó a viva voz, aprovechando la maravillosa acústica del entorno. Tipo listo. Gran cantante. Gran cantante diferente. Pensé. Fue un concierto muy divertido. Algo encorsetado por la actitud pasiva ya comentada del respetable pero muy divertido.

Del padre de Rufus, poco o mucho que decir según se mire. Aparte de tener un nombre tan curioso como Loudon y haber participado en la que podría ser la película que más me gusta (Big Fish), sólo recuerdo una canción suya, pero es una de las pocas canciones que cada cierto tiempo necesito escuchar. Y extraigo una frase que me encanta:

"
But these three cubic feet of bone and blood and meat are all I love and know"



Miento, realmente no acudo a esta canción de vez en cuando, en realidad, escucho la versión que su hijo hace sobre la misma. Como no he encontrado ninguna versión en youtube que me convenza, no añado más vídeos.

Sólo añadiré que, como suelen decir, todo queda en familia.

FIN





jueves, 3 de septiembre de 2009

Así es el día de hoy

Tranquilo y reposado

Poco a poco, todo va saliendo :)


martes, 1 de septiembre de 2009

Nueva casa

Ya estamos plenamente instalados en nuestra nueva casa. Hace ya una semana que dormimos en ella y hace una semana que comenzó y terminó la mudanza pero todavía está el pasillo sembrado de cajas. Creo que someter a una pareja a una mudanza podría ser considerada una prueba de amor. Nosotros hemos sobrevivido (con alguna que otra pequeña bronca de por medio) a la mudanza y si a eso añadimos que también sobrevivimos día a día a la convivencia (casi sin problemas), ¿qué nos queda por superar para terminar de dar asco al resto de parejas imperfectas y envidiosillas del mundo? (jajajajaja) ... ah, sí, claro, el tema de los hijos... cierto... pero eso de aquí a unos años se verá :)

En fin, el caso es que hoy he tenido un momento de pasarlo "mal". S había ido a llevar su coche al taller y me he quedado sola con el gato. He terminado de desayunar, me he duchado, he fregado los cacharros varios de la cena de ayer y el desayuno de hoy (excepto una sartén y la cafetera, lo admito, no soy perfecta) y me he dispuesto a recoger la ropa que estaba tendida. En fin, aquí llega el problema. En la antigua casa tendíamos la ropa en una terracita, pequeña y firme pero en la nueva casa "hay" que tender fuera, en el patio. Hasta hoy no me había tocado asomarme y cuando me he inclinado sobre la ventana para coger una de las sábanas, me ha venido un tembleque repentino al contar el número de ventanas debajo de la nuestra: cuatro, vislumbrar ligeramente el suelo gris (más bien negro sucio) del patio y soltar la primera pinza. Creo que lo llaman vértigo. No es que de repente el patio entero se haya convertido en una espiral en blanco y negro y haya empezado a girar y yo con ella, con espirales pequeñitas girando en mis pupilas y cayendo hacia abajo. No. No ha sido el vértigo de James Stewart ni un vértigo psicodélico de los años 60. Ha sido un poltergeist empujándome de nuevo hacia adentro y mi instinto de supervivencia induciéndome a desistir de la idea de "destender" la ropa.

Espero que S no se piense que es una excusa. Lo he pasado mal.


lunes, 24 de agosto de 2009

...

Hablando de mis alumnas, el otro día me contó una de ellas una anécdota que le había ocurrido en un campamento al que fue hace unas semanas en un pueblo cercano a Londres. Ella era la única española de su edad, así que, tras la expectación levantada, se le acercó un niño:

El niño - Mira, en el móvil tengo una canción en español. - le enchufa una canción que según ella debía ser bastante horterilla, del estilo "Enrique Iglesias". Lo cual hace que me ría y me enorgullezca de ella por no caer en gustos musicales tan evidentemente chabacanos.

Ella (asintiendo) - Sí, sí, ya veo pero no conozco la canción.

El niño - Y, ¿entiendes la letra?

Ella (lógicamente sorprendida por la pregunta) - Claro.

El niño - ¿¿En serio?? ¡¡Qué guay!!

Ella - ...

Un niño no muy avispado, o simplemente tonto, pensó ella. Pero la cosa no quedó ahí, porque otra niña se le acercó con el mismo cuento, para enseñarle otra canción y también debió alucinar al ver que entendía la letra. No tengo ni idea de si en Inglaterra enseñan algún idioma de forma obligatoria o no, pero puede que este tipo de reacciones sean consecuencia de ello.

El caso es que estuvo gracioso.

¿Qué quieres ser de mayor?

En casa, tenemos la mala costumbre de ver la tele mientras desayunamos. Bueno, no sé si es una mala costumbre, tengo un poco de cacao con eso de que es malo ver la tele mientras se come o mientras se cena o después de cenar o de comer o de lo que sea porque entorpece la comunicación familiar, algo así es, ¿no? En nuestro caso ocurre lo contrario, en muchas ocasiones, la tele favorece la comunicación. Por ejemplo, ayer mientras desayunábamos, en un corte de publicidad, viendo anuncios para niños, S llegó a la siguiente conclusión:

"Hoy en día las niñas sólo quieren ser cantantes"

Muy rotundo. Pero tiene razón. Cuando yo estaba en la época de soñar con el futuro y con la profesión que me gustaría tener, fui saltando de una en otra con gustos muy variopintos: profesora, médico, escritora de libros... y desde luego teniendo muy claro qué no quería ser: dentista. Nunca pensé en ser ingeniera, que es lo que ahora soy, pero quizá por desconocimiento. El caso es que recuerdo una conversación que tuve con una amiga a colación de este tema no hace mucho:

Yo - Pues yo creo que cuando éramos pequeños soñábamos con ser aquello que asociábamos a gente que nos gustaba. Por ejemplo, lo primero que quise ser yo fue profesora por las profes de parvulitos.

Ella - Puede ser, porque yo de pequeña quería ser carnicera.

Yo - Jajaja ¿qué?

Ella - Sí, porque la carnicera a la que siempre iba mi madre era muy maja.

Así que, moraleja 1: los niños quizá no entiendan demasiado lo que hacen los adultos pero lo que sí perciben es cuándo y por qué un adulto es feliz y eso es lo que valoran. Para mí, las primeras profesoras que tuve eran como madres que me cuidaban fuera de casa y el cariño con el que me trataron hizo que de alguna forma quisiera para mí esa profesión. En el caso de mi amiga, ver a una señora cortando carne y a la vez sonriendo y diciendo cosas agradables probablemente le hiciera creer que gran parte de esa felicidad dependiera de su trabajo. Yo no quería ser dentista porque creía que todos los dentistas eran o acababan siendo como el mío: serio, bruto y siempre de morros. La mayoría de los niños de mi clase querían ser policías o bomberos, para ayudar a la gente, astronautas, para salir al espacio, o médicos, para salvar vidas. Puedo afirmar que no pensábamos en el dinero y que simplemente queríamos ser felices y hacer felices a la gente, igual que nos sentíamos nosotros.

Moraleja 2: probablemente los tiempos hayan cambiado pero es cierto que la mayoría de los niños de ahora piensan en trabajar en la tele, en el cine, en ser famosos, en tener mucho dinero para comprar esto y aquello... sí, hay de todo, pero hace años nadie pensaba en estas cosas.

Cuando tenía 15 años pasaba todo el verano en la piscina, andando en bici, con los patines arriba y abajo, leyendo todo lo que podía, intentando domesticar los gatos de mi pueblo y escribiendo en mi diario. Y por aquellas tenía ordenador y conexión a internet. Lo que me cuentan ahora mis alumnas de esa misma edad (doy clases particulares, por gusto y por sacarme unas perrillas) es que son adictas al tuenti, al móvil, a Hannah Montana, a los Jonas Brothers y a la saga Crepúsculo, que quedan todos los días antes de salir para maquillarse, que de deporte la hora semanal de gimnasia del instituto y que "qué vergüenza" salir en bici a la calle. Esto entre otras cosas.

Así que, sí, puedo afirmar que las cosas han cambiado.