lunes, 7 de septiembre de 2009

La memoria

No sé si lo he comentado anteriormente pero creo que las memorias auditiva y olfativa son las más fuertes y sugerentes de todas las que tenemos. Puede que utilice un champú y automáticamente recuerde el verano de hace cinco años en mi pueblo cuando lo utilizaba o que escuche una canción y recuerde una tesitura o un contexto específico, por ejemplo, estar tumbada en la hierba escuchando la misma canción.

El caso es que hay un CD, Grandaddy - The software slump, que además de ser de mis favoritos, como ocurre con todos mis CDs favoritos, me da por escucharlo a temporadas. Lo desgasto durante días o semanas y lo vuelvo a guardar para volver a él al tiempo.

Este CD es particularmente especial por algo más. Una de esas rachas coincidió con la época en la que todavía no tenía carné de conducir e iba a clase en la universidad en villavesa (autobús para el que no se empape). Creo que era otoño y ocurrió un suceso de esos que desmonta una ciudad pequeña como Pamplona. Cerca de mi casa, un chico asesinó a una chica joven con una escopeta o rifle cuando ésta iba a coger el coche para ir a trabajar. Después de matarla el chico se suicidó.

La conmoción no quedó ahí para mí. Lo más impactante de todo fue que la joven en cuestión (tendría por aquellas 23-24 años) era la hermana de un compañero mío de clase. Un compañero con el que nunca había cruzado palabra y con el que por designios naturales de los estudios universitarios apenas coincidía en clase. Pensé en acercarme a él, no tanto para consolarle sino para darle cierto calor en un momento así. Y no pude. Quizá fue mejor así. Quizá evité una situación incómoda y algo violenta. O quizá no. Lo curioso es que no me sentí mal por ello, por no haber estado ahí, creo que era un papel que no me correspondía. Él tenía a su familia y a sus amigos y supongo que yo en su lugar tal vez no habría necesitado más. O simplemente lo podría llamar cobardía.

Después de todo aquello, no podía pensar en otra cosa. Por lo visto, el asesino y la joven eran amigos. Él estaba enamorado de ella pero ella no lo estaba de él e inexplicablemente, una cosa había llevado a la otra. Era inexplicable y además daba mucho miedo. Está claro que por cuestión de probabilidades una no debe preocuparse, ni por que te ataquen ni por acabar siendo una psicópata. Pero así es el miedo. Y durante los días en los que se siguió hablando de ello y tiempo después yo escuché aquel CD, un CD que curiosamente no desentonaba, no era un CD especialmente alegre. Y ahora, cada vez que lo escucho, lo quiera o no, recuerdo un tramo concreto del trayecto de mi casa a la universidad en autobús, un tramo en el que, parada en un semáforo, daba vueltas a la historia una y otra vez....


No hay comentarios:

Publicar un comentario