jueves, 15 de octubre de 2009

Ideas ridículas

Veo que te acercas con mala cara. Tardas en mirarme a los ojos y, por ende, yo también. Me mantengo a la expectativa mientras frunces el ceño. ¿Te quejas de la pinta que tienes con esas ojeras? Siempre tienes ojeras. "Ya, pero hoy más. Tengo que comprarme algún quitaojeras". Siempre dices lo mismo y sonríes al ser consciente de ello.

Te ahuecas el pelo pero no sirve de nada, así que te encoges de hombros mientras ves cómo cada mechón vuelve a su sitio. Te preguntas si tu pelo podría clasificarse como lo contrario de indomable y rememoras todos esos anuncios de champús y acondicionadores donde aparecen chicas con el pelo revuelto y con la perfecta cara de "¡y yo con estos pelos!". De nuevo frunces el ceño, cualquiera te dice nada.

Así que, después de retocarte el flequillo y soltar un resoplido, te observo mientras te alejas. "¡Después de todo no estás tan mal!" grito, pero no me oyes. Yo me alejo a la par que tú lo haces.

Y mañana será igual. Te observaré mientras tú observas tu reflejo en el espejo. Mientras me observas.

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