martes, 18 de agosto de 2009

Seguro que con la etiqueta "Brad Pitt" aparecen nuevas lectoras ;)

No sé si fue Oscar Wilde o su personaje Dorian Gray (que para el caso sería lo mismo) quien afirmaba que la vida ideal sería aquella en la que al nacer fuéramos viejos y conforme pasaran los años nos hiciéramos más y más jóvenes hasta morir siendo niños.

Tramposillo... esa es una forma muy vil de saber cuándo vas a morir. Quiero decir, habrá una diferencia más que sutil entre una persona que nazca con el aspecto de una de 50 años y otra que ronde los 90.

Aparte de eso, creo que este escritor (perseguido por homosexualidad) cuyo libro recomiendo, El retrato de Dorian Gray (su única novela, es cierto que se pueden escribir muchas cosas aparte de novelas y, quizá por eso, es lo único que he leído fruto de sus manos, porque aunque mi madre diga que leyendo novelas no se llega a ninguna parte, creo que se equivoca).... retomo lo que decía, que tanto paréntesis puede hacer que se extravíe el hilo... creo que este escritor no profundizó mucho en el tema. La teoría es bonita pero y ¿si lo pensamos más detenidamente? La película "El curioso caso de Benjamin Button" me hizo pensar sobre esto el otro día.

Primero, nacemos viejos pero en un cuerpo de bebé. No puede ser de otra forma, biológicamente hablando, dios mío, no, no puede ser que nazca un viejo a tamaño real, por mucho que se le hayan ido desgastando las articulaciones y esté encogido. Un bebé con aspecto de viejo tiene que ser realmente feo; arrugas, manchas en cara-manos-yvetetúasaber, artrítico, sin pelo o con alguna cana, ciego de cataratas, sordo... una delicia. Seguro que se me olvidan rasgos característicos de la vejez igual de agradables pero... creo que ya he sido lo suficiente gráfica. Y yo me pregunto, ¿cuándo le saldrían los dientes? ¿habría que ponerle dentadura? ¡dios! ¿Necesitaría chupete? Peor aún.... ¿y teta?

Segundo, tampoco tiene que ser de buen gusto ver un niño de 4 años con la apariencia de un abuelo de 80. Resumiendo, similar al caso del bebé pero en silla de ruedas y con un metro de altura (más o menos eso es lo que mide un niño de 4 años, ¿no?). ¿Con cuántos años empezaría a andar?

Tercero, con cuántos años empieza a trabajar. ¿Cuándo deja de necesitar el bastón? ¿Después de la tercera operación de corazón? "¡Por qué narices nace uno tan fastidiado?" - se preguntaría más de uno.

Saltando la parte de estudios y trabajo o trabajo y estudios (no sé en qué orden) - Cuarto, sería muy cruel la existencia de niños de 10 años (¿con ideas de niños?) con alzheimer. Ni siendo niños darían una imagen agradable.

Así que, no creo que Oscar Wilde pensara realmente demasiado en el tema. Probablemente sea otra de estas frases típicas atribuidas a personajes famosos que suenan bien pero que si las analizas, ¡dan miedo! o peor, no tienen sentido y son ridículas.

En el caso de la película "El curioso casi de Benjamin Button" le ocurre al protagonista (Brad Pitt) más o menos lo que he ido contando, con la putadilla (con perdón) de que el resto de mortales siguen el ritmo natural de la vida, es decir, nacen bebés y se van haciendo viejos. Es una película bonita. Seguro que algún envidiosillo se resarcirá al ver a Brad Pitt como un viejo carcamal y a más de una (y uno) se le caerá la babilla al verlo rejuvenecido, como en sus tiempos de melenas, vaqueros rotos y camiseta blanca (época en la que no me gustaba, aunque nadie lo crea).


PD Mi verdadera e indiscutible opinión sobre la belleza de Brad Pitt:
Si te pones tiquismiquis, en realidad no es tan guapo, más bien tiene un encanto que va más allá de lo físico. Quien siempre me ha parecido guapo de veras es Paul Newman.

1 comentario:

  1. El tiempo avanza siempre hacia adelante. Conforme el tiempo va avanzando aumenta la entropía, o desorden del universo.

    Nacer viejo para morir joven violaría es ley de la termodinámica. Un viejo, tiene mucha más entropía que un niño.

    Cuando un niño nace, una de las sensaciones que se tiene al contemplarlo, y examinarlo con el hambre de haber deseado verlo durante meses y tenerlo por fin delante, es la sensación de perfección. Le cuentas los dedos de las manos, y de los pies, y ves como cada uno, por diminuto que sea está coronado por una uñita. Contemplas su cara, y sus párpados cerrados, en ocasiones con una piel tan fina que puede percibirse el iris de sus ojos detrás de los mismos. Acaricias con miedo su cabeza notando los finísimos cabellos, cada uno con su raíz y colocado en un sitio perfecto.

    ¡Qué distinto del cuerpo de un viejo! Desmoronado, marcado de cicatrices, arrugado...

    Es como contemplar dos escenas: un castillo de naipes, y los mismos naipes desparramados por el suelo. ¿Cuál viene antes?

    Un beso filosofero

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