jueves, 12 de mayo de 2011

Callandico...

El viernes 29 de abril enterramos a mi padre en Burgui, pueblo donde nació, creció y al que adoró toda su vida....

Instantes anteriores a ese momento cuestionaba mi entereza... la sola idea de perderle de vista para siempre se afianzaba y oprimía más que nunca en aquel momento... pero aguanté, desde el primer puñado de tierra que arrojé sobre el ataúd, con una medallita semioculta en él, hasta la última palada de tierra bajo un sol atizador... quise estar a su lado en todo momento... me amargaba pensar que se iba a quedar solo... su primera noche solo... los nubarrones que parecían acercarse a lo lejos... las primeras lluvias sobre él...

Pero seguimos... los abrazos... las lágrimas derramadas sobre otros hombros... el bálsamo de las sonrisas... la fuerza de las miradas y los apretones de cintura y brazos... pensé que quizá ni mi padre se quedaba solo, ni nosotros tampoco...

Poco a poco, subimos hasta la casa familiar... dejé a mi madre con mi tía y mis amigas me acompañaron y nos quedamos fuera, sin llegar a entrar... me dejé llevar por sus historias agradablemente cotidianas... familiares... nos reímos... nos emocionamos... me sentí bien entre ellas...

Así que, decidí entrar en casa con el pretexto de estar un momento con mis familiares... pero no lo hice, me fui directa a la habitación donde mi padre guardaba parte de sus libros... habitación a la que siempre iba con él cada vez que viajábamos a Burgui... habitación en la que cruzábamos cuatro palabras mientras revisábamos aquellos ejemplares viejos en su mayoría y de tapas manoseadas y desgastadas...

Aquel día fui sola.. pensando en la última vez que habíamos estado juntos... en verano del año pasado y cómo las frases que cruzamos pudieron ser así:

Yo: Ahora estoy leyendo a Agatha Christie...
Mi padre: Pues ya sabes que tengo la colección entera.
- Lo sé. - rebuscando entre los libros de la balda más baja. - Me voy a llevar estos dos, que todavía no los he leído.
- Bien... ya te buscaré más aparte de los que hay aquí.

El pasado 29 de abril entré sola en aquella habitación... y al encender la luz, mi mirada se quedó fija en la cajonera que estaba al lado del interruptor.... sobre ella reposaba una pila de unos 15 libros de Agatha Christie...

Así hacía las cosas mi padre... callandico... sin decir nada... sin esperar sorprender a nadie pero consiguiéndolo siempre... y así permanecí unos minutos en aquella habitación... callandico... mientras las lágrimas se mezclaban con una sonrisa de emoción...

2 comentarios:

  1. Hace poco yo también tuve que decir adiós a alguien muy especial en mi vida. Me llamaron de madrugada para avisarme que se le escapaba ya el hilillo de vida que durante un mes largo, muy largo, vi escurriéndose cada día a pasos más agigantados. Me senté a su lado, le cogí la mano y, como dices, no quise dejarle sola en su despedida. No sé a dónde se fue, si arriba, o se quedó en esta tierra de nadie. Pero por si acaso, sólo solté su mano cuando ya estaba fría.
    Un beso

    ResponderEliminar
  2. Gracias anónimo.. gracias por compartir ese momento conmigo..

    Quiero pensar (o más bien debería decir que me gusta pensar) que no hay diferencia entre allá arriba y la tierra que pisamos..sólo las separa esa fina línea que establecemos con las palabras.. pero son lo mismo.. yo pienso que mi padre sigue en mí.. por ese pequeño calco suyo que soy.. y yo sigo en él.. por esa parte mía que se fue con él..

    es difícil de explicar.. es como si hubieran agitado mi interior y toda yo estuviera pendiente de que poco a poco cada parte de mí fuera aterrizando.. no en el lugar en el que estaba antes.. sino en un sitio diferente..

    Mi vida no será nunca la misma.. y supongo que la tuya tampoco..

    Un beso y ánimo

    ResponderEliminar